¿Te has puesto a pensar cuantas veces has tenido miedo a hablar en público por situaciones imaginarias? ¿Por meras suposiciones?
Seguro que muchísimas veces. La mayoría de nuestros miedos son imaginarios, nos los hemos inventado nosotros mismos.
Miedo a la burla, miedo al fracaso, miedo a la crítica. Ese miedo te provoca parálisis. Te ha sucedido que te quedas parado, mudo, ¿sin poder pronunciar una tan sola palabra? Ese miedo te provoca el deseo de salir corriendo, de querer que tu participación termine más rápido que la velocidad de un rayo. Situaciones que solo existen en tu mente y en ningún otro lugar.
Que ese miedo escénico no te haga daño, está en tus manos. Para controlarlo debemos en primer lugar comprender su raíz.
Tienes que ser consciente de:
- Cómo actúa el miedo en tu mente
- Que sensaciones y emociones te provoca
- En que parte de tu cuerpo se manifiestan estas emociones
Un ejercicio que te ayudará a esta toma de conciencia es que escribas en una hoja de papel tus miedos y los separes en dos columnas:
- Miedos Reales
- Miedos Imaginarios
También te invito a que dejes de exigirte, de buscar la perfección. La perfección no existe, y solamente provoca que tus nervios y ansiedad incrementen. Mejor concéntrate en el mensaje y las ideas que quieres entregar a los demás. Aquello que tienes para compartir y que sabes que le será útil a quien lo escuche. Allí te darás cuenta de que existe un motivo mayor, que vale la pena, pese a cualquier error que pudieses cometer. Recuerda que te estarán escuchando seres humanos que se equivocan igual que tú.
Recuerda que, con el entrenamiento debido y la práctica, cualquier persona puede llegar a desarrollar las habilidades de comunicación. ¡Deja de ponerte limites, y atrévete!
“No es porque las cosas son difíciles que no nos atrevemos; es porque no nos atrevemos que son difíciles.” Seneca.
Un abrazo,
Karla.