Esta semana tuve la oportunidad de iniciar el asesoramiento con un alto ejecutivo de una empresa, quien tiene claro el puesto que desea ocupar.
Él se encuentra feliz disfrutando su presente, pero también tiene definido su futuro a corto plazo y entonces eso le permite conocer los pasos que debe alcanzar para lograr las metas que se ha propuesto.
Durante la amena conversación inicial que sostuvimos para definir la base sobre la cual vamos a diseñar su imagen personal, coincidimos que el patrimonio más importante que tiene es su credibilidad. Justamente la vamos a fortalecer, pero además potenciar a través del entrenamiento en habilidades de comunicación con el propósito que los demás también lo perciban como el ejecutivo creíble que es, sino de poco o nada serviría.
La credibilidad no se adquiere ni estudia. Hay muchos atributos ligados alrededor de ella: autoridad, conocimiento, ética, experiencia, oportunidades. Todos los ponemos a prueba a diario, sea usted un emprendedor, ejecutivo o empresario. Y, dependiendo de los resultados que vamos obteniendo con la toma de decisiones, nuestra credibilidad va en aumento.
Esa confianza que nos refleja alguien es la que nos hace seguirlo, comprarle, contratarlo.
Hoy te invito a tomar conciencia en detalles como: tics nerviosos, titubear al hablar, evadir conocer personas nuevas, evitar hablar o dar discursos en público, preferir estar tras bambalinas, poca sonrisa… ¡Si detalles como estos te están sucediendo, probablemente estés comprometiendo seriamente tu CREDIBILIDAD!
Y si esto está sucediendo, consecuentemente entonces puede ser que no estés vendiendo lo que deberías, no estés siendo considerado para promoverte de tu cargo o alguien decidió no contratar tus servicios.
Recuerda, “Una buena idea mal comunicada puede ser una mala idea, una mala idea bien comunicada puede ser una posibilidad.”
¡Feliz inicio de semana!
Karla.